miércoles, 10 de noviembre de 2010

La Pedagogía por objetivos como modelo de teoría y práctica educativas

La pedagogía por objetivos es una denominación que emplearemos para designar un conjunto de preocupaciones y aportaciones dentro del campo didáctico que últimamente han tenido una gran acogida entre nosotros. Nos referimos a esa forma de entender la programación de la enseñanza como un proceso que ha de partir de la aclaración previa de los objetivos que se pretenden conseguir, habiendo de especificarse éstos los más concretamente posible, e incluso preconizando el hacerlo en términos de conducta.
Creemos que la pedagogía por objetivos o el modelo de objetivos configura un paradigma pedagógico dentro del que se pueden encuadrar aportaciones diferentes, pero con un sustrato común que es el que caracteriza a dicho paradigma.
El desarrollo de múltiples taxonomías de objetivos, el afán de clasificar tipos distintos de objetivos según su contenido y nivel de generalidad, el querer derivar objetivos concretos y de conducta a partir de otros más generales, la preocupación por lograr diseños o programaciones muy estructuradas del proceso de enseñanza-aprendizaje, la intención de lograr el que cada uno de esos diseños se ajuste a objetivos específicos, la huida de la ambigüedad, de los objetivos no formulados en esos términos, la obsesión por el cómo formularlos, la búsqueda de la eficacia mensurable de los tratamientos psicológicos que persiguen esos diseños ajustados, la preocupación porque la escuela responda a las exigencias sociales, el afán de encontrar procedimientos de evaluación para determinar en qué medida se logran los objetivos especificados de forma conductual previamente, son, entre otros, temas que caen dentro del paradigma que nos proponemos analizar.
Creemos que es un modelo o una aproximación muy bien diferenciada en el campo de la teoría didáctica, que tiene una coherencia interna y que ha arraigado muy fuertemente entre los teóricos y prácticos de la educación, aunque con menos incidencia en éstos últimos.
La coherencia que hace que todas esas aportaciones y preocupaciones formen un modelo bien perfilado, se produce por el hecho de tener el apoyo científico de una cierta forma de entender la ciencia, por partir de un paradigma psicológico, por configurar toda una técnica para programar la enseñanza y por configurar todo un modelo de educación.
Los paradigmas en la historia del pensamiento nace, se desarrollan, se adaptan y mueren cuando se ponen de manifiesto sus fisuras y sus insuficiencias, como consecuencia de las contradicciones que muestran en su seno y de la competencia científica que causan otros paradigmas. El caso del modelo por objetivos no será una excepción.
La pedagogía por objetivos nace al amparo del eficientismo social que ve en la escuela y en el currículo un instrumento para lograr los productos que la sociedad y el sistema de producción necesitan en un momento dado. No es una pedagogía que responda a los problemas más graves que presenta la educación, la institución educativa o la sociedad. El fracaso escolar y la crisis de los sistema educativos son vistos como fracasos de eficiencia en una sociedad competitiva, altamente tecnologizada, cuyos valores fundamentales son de orden económico. En esta situación, la preocupación radica en encontrar una respuesta eficaz como remedio fácil en lugar de analizar el problema desde otras perspectivas
Las técnicas de gestión científica ayudarán a hacer del modelo de objetivos un planteamiento eficiente para la enseñanza incorporado aportaciones de la organización científica del trabajo.
El experimentalismo de base positivista será la justificación metodológica del paradigma, acentuando el valor de lo observable y de lo cuantificable como requisito de cientificidad.
El conductismo psicológico con aportaciones diversas contribuirá a afianzar las bases del paradigma, aportando un lenguaje y una metodología que refuerzan a los primeros planteamientos eficientistas del modelo de objetivos dentro de la teoría y práctica del currículo.
Se trata de un modelo cuya misión básica es tecnificar el proceso educativo sobre lo que llama bases científicas, sin pretensiones de ser un modelo para entender qué es y cómo cambiar la educación. Es un modelo que ha resaltado el valor de los objetivos en la enseñanza más que el valor de los objetivos de la enseñanza. Su preocupación es técnica, no de discusión teórica e ideológica, cuado, paradójicamente, la crisis fundamental hoy es un problema de cambio de rumbo, un problema de fines tanto o más que un problema técnico.
El modelo de objetivos cautiva a los pedagogos en tanto se sirve de un lenguaje pretendidamente científico y en tanto anuncia la solución a problemas de rendimiento. Atrae por la también pretendida sencillez de su aplicación y no requerir del profesor grandes conocimientos, pues se muestra como un artilugio algo mecánico. La enseñanza eficiente será a sí un problema de técnicas precisas más que de sesudos planteamientos e hipótesis para encarar problemas no resueltos. La sencillez interna del modelo, que es uno de sus atractivos de cara a la práctica se convierte en una de sus debilidades cuando se analiza más profundamente. Pero pedagogos y profesores habrán de comprender que detrás de toda técnica hay unos fundamentos y unos valores que la sostienen y que habrían de explicitarse. El diseño de la instrucción o su programación, si no es mera improvisación, habrá de hacerse sobre unas bases, habrá de partir de una teoría y de unos valores previos.
Hay muchas formas de encararse con la programación de la enseñanza y puede hacerse sobre presupuestos científicos y éticos muy dispares. El modelo de objetivos es sólo una forma de hacerlo que ha tenido mucha aceptación gracias a la falta de instrumentos críticos en quienes la han aceptado y gracias a las presiones directas provenientes del contexto cultural, social y político. En educación, la cientificidad y la neutralidad son más una aspiración que una realidad.
Es fácil admitir que la racionalidad implica partir de objetivos. El problema está en cómo determinarlos, de qué tipo de objetivos se ha de partir, en qué grado nos han de condicionar y cuál va a ser la flexibilidad del camino emprendido. La práctica pedagógica creemos que puede encararse como un problema tecnológico, pero hay formas diferentes de interpretar la racionalidad tecnológica. El modelo de objetivos creemos que es tecnicista más que tecnológico, queriendo decir con ello que ha extrapolado exageradamente la interpretación de la técnica desde ámbitos no educativos, sin respetar determinadas limitaciones impuestas por el objetivo al que se quiere aplicar.
Nacido del ámbito del entrenamiento industrial y militar se ha trasladado a la enseñanza en general. Y si bien el préstamo de modelos es un recurso de progresos en las ciencias y en la tecnología, también hay que señalar los peligros de hacer análogo lo que no es. Y esto creemos que ha ocurrido.
Nosotros nos vamos a preocupar más de exponer los límites y peligros de ese modelo, no con la intención de anular todas sus posibilidades, descuidando algunas aportaciones positivas que podrá darnos, sino que insistimos en los defectos porque creemos que es preciso hacer de contrapeo. La extensión de este paradigma es muy fuerte en el campo bibliográfico. Casi todos sus defensores y divulgadores mencionan algunas de las críticas que, desde hace tiempo, se le vienen haciendo, pero no dejan de ser críticas marginales después de una amplia defensa, aunque sea inconsciente. A nosotros nos parece que esas críticas han de ser examinadas con más detenimiento , porque en su mayoría son razones que invalidan gran parte de las aplicaciones que se quieren extraer del modelo de objetivos
En los cursos de formación del profesorado se ha insistido hasta la saciedad en cómo programar y evaluar, entendiendo por programar el especificar los objetivos precisos de la enseñanza, poniendo los contenidos del programa en términos de conductas observables. Si esta práctica puede tener alguna utilidad , no es menos cierto que resulta engorrosa para el profesorado y que es evidente que el profesor necesita otras «destrezas».¿Es esa la más urgente en el momento presente? ¿Se cubren las lagunas del profesor con el modelo de objetivos? ¿Somos conscientes de que el modelo de objetivos condiciona el rol del profesor y que quizás no es el más urgente, ni el más adecuado?
El modelo de objetivos esquematiza de forma muy simplificadora la labor no sólo educadora del profesor, sino la estrictamente instructiva. Bajo pretexto de salir de una pedagogía centrada en los contenidos, se propone un modelo centrado en los objetivos que, por su esquematismo y pobreza de planteamientos puede caer, y creo que de hecho cae, en un afianzamiento de esa pedagogía tradicional. La consolida. Ese es el sentido de su eficacia.
Dudar de modelos que se califican de eficientes y técnicos, parece un atrevimiento herético en nuestra sociedad y en la educación. Pero las críticas que el modelo de la pedagogía por objetivos viene recibiendo desde hace tiempo, la crisis de los supuestos científicos de los que parte, la crítica ética y social que han recibido, merecen más atención. Habrá que arriesgarse a poner en tela de juicio algo que es cantado con tanto énfasis. Pero, ¿desde dónde vienen esas alabanzas? Los pedagogos, teóricos y prácticos, se apoyan en bases sobre las que estructuran más o menos conscientemente sus prácticas, manteniendo éstas más allá del tiempo de vigencia de las apoyaturas que les dieron validez en su nacimiento. Miremos al horizonte y observemos la crisis que está experimentando el paradigma conductista en el que se apoya la pedagogía por objetivos. Observemos las consecuencias pedagógicas, éticas y sociales que conlleva la aplicación indiscriminada de este modelo. Seguramente convendremos en afirmar que este paradigma ha entrado en crisis profunda. Quizá es arriesgado decir esto cuando aparece de hecho con tanta pujanza.
Nuestra atención se dirige, pues, a rastrear, aunque sea brevemente, los orígenes del modelo de objetivos, analizando algunas de las aportaciones que han contribuido, de manera más decidida, a diferenciarlo, para entrar después en su crítica desde una perspectiva metodológica, psicológica, pedagógica y ético-social. Al tiempo que hacemos tal análisis crítico, procuraremos ofrecer modelos alternativos de enfrentarse con la teoría curricular, el diseño o programación que se establece a partir de ella y la práctica que se configura con la realización del diseño.
Creemos que los graves problemas de la realidad e la educación, de la falta de calidad de la enseñanza y de la necesidad de unos profesores mejor formados pedagógicamente, no se encaran de manera adecuada con este modelo. Tampoco es bueno que el discurso pedagógico quiera reducirse a un problema de eficacia técnica, soslayando planteamientos de base. Y esto puede producirse al adoptar el modelo tecnicista de la pedagogía por objetivos.
Introducción del libro de José Gimeno Sacristán, La pedagogía por objetivos: Obsesión por la eficiencia, Madrid. Morata, 1982: 9-13.

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